The Manic Street Preachers en 2007: Send away the tigers

Esta es una de esas pequeñas grandes cosas que, por simples que son, nos hacen sentir bien. Manic Street Preachers son poco más que un pequeño accidente en la historia de la música pero, de alguna forma, les tengo cariño. He crecido con ellos; no ya sólo escuchándoles sino también cronológicamente: tienen más o menos mi edad. A través de los años, he podido sentir la evolución de aquellos chavales galeses con inquietudes y sensibilidades con las que tanto me identificaba.

Manics Street Preachers representan lo que más aprecio en la esencia de una banda de rock: un grupo de amigos que deciden canalizar sus inquietudes a través de la música. Primero, amigos; luego, músicos... y muy malos, según algunos, pero me da igual. La música es algo más que técnica; la música es sentimiento.

Es curioso: no puedo ser más distinto a ellos, como persona y, sin embargo, les siento como algo tan cercano... sobre todo, fueron fuente de inspiración para tantas cosas válidas en mi vida y, ahora, son parte insustituíble de lo que soy.

Para mí, resultaba especialmente dolorosa su decadencia, esa especie de difuminación abúlica en la que parecía consumirse un grupo que quería irse rompiéndolo todo. Por eso, me hizo feliz escuchar, hacia mediados de abril de 2007, la inconfundible voz acompañada de unas guitarras potentes: son sólo cuatro acordes, no puede ser más sencillo, pero es auténtico y poderoso. Vuelta a la épica melódica; vuelta, siquiera parcial, a la estética de su época más oscura. Sé que seguirá habiendo quienes piensen que los Manics se fueron con Ritchie, y también quienes piensen que nunca merecieron la pena pero también sé que, por el momento, a mí, vuelven a emocionarme.

Y suenan, y aparecen, así:

Your love alone is not enough

Publicado el 6/05/2007

 

Tweet

comments powered by Disqus